Hace ya casi un mes que no escribo nada. A lo mejor he perdido la inspiración, o puede que ya no tenga más ideas. Quizá me sienta triste, o descolocado. ¿He perdido el rumbo? ¿Demasiado trabajo? Ni yo mismo lo sé. Pero hay algo que sí sé: necesito escribir para aligerar la carga que soporta mi alma. Ya no confío en nadie, y tampoco mi familia puede ya atenderme. Mi única vía de escape es este cuaderno en el que escribo.
Es curiosa, sin embargo, la forma en que se precipita mi necesidad de escribir. Un día se me ocurre una idea y ya no puedo evitarla. A veces sólo es una palabra, o una frase. Otras, una imagen o un sonido. Un fotograma de una película, una melodía, un fragmento de un libro, el canto de un pájaro...cualquier cosa sirve. Cualquier cosa activa ese resorte oculto en lo más profundo de mi mente. Y, aunque piense en otras cosas, o realice tareas que nada tienen que ver con dicha idea. No importa, ella sigue ahí. Dando vueltas en mi cabeza, como un pez nadando en una reducida pecera.
Al cabo de uno o dos días, otra idea aparece para hacer compañía a la primera. Días más tarde, otra más y así sucesivamente. En ocasiones, incluso llegan en grupos. Y llega un momento en que todos esos peces dentro de tan reducida pecera (en la que ya casi no hay agua) no pueden más que asfixiarse. Luchan por sobrevivir, sus instintos más básicos les obligan a luchar. Se apretan, se retuercen, intentan subir a lo más alto de la pecera... Hasta que finalmente, con tanto movimiento, la pecera vuelca. Y los peces, sorprendidos, descubren que hay una salida. La pecera, al volcar, ha caído a una masa de agua gigantesca. Y ese torrente de agua les permite escapar para siempre.
Justo ahora, algunos de esos peces están nadando a través de ese rio que es esta narración absurda. Y, aunque algunos hayan muerto en el camino, yo me siento aliviado, más por mí que por ellos. Pues ya no siento esa presión en el cráneo, que sin llegar a doler nunca, se hace tan y tan insoportable. Una vez leí a una escritora que decía algo así como que no existe un escritor que no tenga la cabeza llena de pájaros. Y a un director de cine que decía que este mundo no es tan bonito como nos lo muestran. Cada día más convencido de la verdad de esas palabras, y de la frágil realidad en la que vivimos (o en la que nos toca vivir) a merced de vaya usted a saber qué o quién...este sencillo pasatiempo, iniciado con tontas redacciones sobre las vacaciones de verano, se ha tornado en una especie de medicina o un espejo que muestra una realidad oculta.
Tirado en el suelo de mi habitación, huyendo de la noche que otros creen estar hecha para su disfrute personal, me encuentro escribiendo en este viejo cuaderno entre llantos. Sólo consigo escribir durante la noche, y sólo al caer la noche mi mente parece activarse completamente desbloqueando mágicos mecanismos que me permiten crear fábulas y otras historias fantásticas llenas de simbólicas representaciones de todo lo que durante el día se muestra ante mí.
Dicen que lo mejor es vivir en la ignorancia. Pero eso es del todo imposible para alguien con una extrema curiosidad, que le impulsa a intentar descubrir el origen de las cosas por la sencilla razón de conocerlo. Y quizá ese sea mi pecado. Quizá nunca debí leer aquél libro. Desde entonces, he tenido pesadillas y visiones horrendas. Escucho voces, y sonidos dónde no los hay. Y ya no sé distinguir realidad de alucinación. Es como si dos mundos estuvieran fusionándose...o quizás siempre lo hayan estado pero estamos restringidos a percibir sólo uno de ellos. ¿Estaré siendo transportado a ese otro mundo?
Mi mente juega conmigo como un niño juega con sus muñecos. No quiere dañarlos, pero tampoco piensa las consecuencias. Por que sólo es un juego...¿no?
Es curiosa, sin embargo, la forma en que se precipita mi necesidad de escribir. Un día se me ocurre una idea y ya no puedo evitarla. A veces sólo es una palabra, o una frase. Otras, una imagen o un sonido. Un fotograma de una película, una melodía, un fragmento de un libro, el canto de un pájaro...cualquier cosa sirve. Cualquier cosa activa ese resorte oculto en lo más profundo de mi mente. Y, aunque piense en otras cosas, o realice tareas que nada tienen que ver con dicha idea. No importa, ella sigue ahí. Dando vueltas en mi cabeza, como un pez nadando en una reducida pecera.
Al cabo de uno o dos días, otra idea aparece para hacer compañía a la primera. Días más tarde, otra más y así sucesivamente. En ocasiones, incluso llegan en grupos. Y llega un momento en que todos esos peces dentro de tan reducida pecera (en la que ya casi no hay agua) no pueden más que asfixiarse. Luchan por sobrevivir, sus instintos más básicos les obligan a luchar. Se apretan, se retuercen, intentan subir a lo más alto de la pecera... Hasta que finalmente, con tanto movimiento, la pecera vuelca. Y los peces, sorprendidos, descubren que hay una salida. La pecera, al volcar, ha caído a una masa de agua gigantesca. Y ese torrente de agua les permite escapar para siempre.
Justo ahora, algunos de esos peces están nadando a través de ese rio que es esta narración absurda. Y, aunque algunos hayan muerto en el camino, yo me siento aliviado, más por mí que por ellos. Pues ya no siento esa presión en el cráneo, que sin llegar a doler nunca, se hace tan y tan insoportable. Una vez leí a una escritora que decía algo así como que no existe un escritor que no tenga la cabeza llena de pájaros. Y a un director de cine que decía que este mundo no es tan bonito como nos lo muestran. Cada día más convencido de la verdad de esas palabras, y de la frágil realidad en la que vivimos (o en la que nos toca vivir) a merced de vaya usted a saber qué o quién...este sencillo pasatiempo, iniciado con tontas redacciones sobre las vacaciones de verano, se ha tornado en una especie de medicina o un espejo que muestra una realidad oculta.
Tirado en el suelo de mi habitación, huyendo de la noche que otros creen estar hecha para su disfrute personal, me encuentro escribiendo en este viejo cuaderno entre llantos. Sólo consigo escribir durante la noche, y sólo al caer la noche mi mente parece activarse completamente desbloqueando mágicos mecanismos que me permiten crear fábulas y otras historias fantásticas llenas de simbólicas representaciones de todo lo que durante el día se muestra ante mí.
Dicen que lo mejor es vivir en la ignorancia. Pero eso es del todo imposible para alguien con una extrema curiosidad, que le impulsa a intentar descubrir el origen de las cosas por la sencilla razón de conocerlo. Y quizá ese sea mi pecado. Quizá nunca debí leer aquél libro. Desde entonces, he tenido pesadillas y visiones horrendas. Escucho voces, y sonidos dónde no los hay. Y ya no sé distinguir realidad de alucinación. Es como si dos mundos estuvieran fusionándose...o quizás siempre lo hayan estado pero estamos restringidos a percibir sólo uno de ellos. ¿Estaré siendo transportado a ese otro mundo?
Mi mente juega conmigo como un niño juega con sus muñecos. No quiere dañarlos, pero tampoco piensa las consecuencias. Por que sólo es un juego...¿no?
***
Terminé de leer y le dije a mi compañero las siguientes palabras:
-"Así termina el diario personal del chico desaparecido. Tras escribir esto, se esfumó. Literalmente."
-"Así termina el diario personal del chico desaparecido. Tras escribir esto, se esfumó. Literalmente."
Wu Ying Ren 死
2 comentaris:
Muy bueno, la verdad.
Creo que deberías intentar dedicarte a esto. Sabes expresarte perfectamente. Si escribieses lo que la gente quiere leer tendrías bests sellers
Gracias.
Tengo esto bastante abandonado, a ver si me pongo las pilas...
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