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diumenge, 4 de maig del 2008

La historia de un hombre

2 de la mañana. Mientras intento dormirme, mi iPod, fiel compañero en viajes y noches de insomnio, me cuenta sin palabras la historia de un hombre. Un hombre que viajó a un país prohibido, en busca de la incierta cura al mal que asolaba a una dulce muchacha. Él hubo de silenciarla para siempre con sus propias manos, bajo órdenes de su señor. La sacrificó aunque la amaba en silencio; y una mezcla de amor y odio le hizo escapar de allí y viajar sin descanso con el único objetivo de revivir a la joven.

Robó el cadáver de la chica y un mágico objeto que llevó consigo para, a lomos de su fiel amigo y compañero de fatigas, comenzar una aventura que jamás podría haber imaginado. Un santuario abandonado en un país prohibido, aquél debía ser el lugar. Despertó a antiguos y poderosos seres que le ofrecieron, a cambio de disponer de su brazo para la batalla, revivir a la doncella. Hubo de enfrentarse a auténticos titanes con la única ayuda de su caballo. Pero, en su corazón, había una fuerza extraña que le empujaba a seguir. Cada vez que vacilaba, algo dentro de él le hacía caminar adelante.

-"Puedes hacerlo." - se decía para sí -"Es tu obligación hacerlo....se lo debes a ella..."

Uno tras uno, derrotó a los enormes enemigos sin miedo a la muerte. Pero cada enemigo que derrotaba con su espada y su arco provocaba algo extraño. Algo que le atacaba sin que él pudiera defenderse. Nada había en su memoria respecto a lo que ocurría después de los combates. Simplemente, aparecía de nuevo en el santuario, junto a la joven. Unas figuras extrañas le observaban. Pero cuando intentaba saber quiénes eran, se desvanecían. Y allí, le era encomendada una nueva misión. Sea lo que fuere ese extraño ataque, cada vez que depertaba en aquel lugar se sentía diferente. Se sentía más fuerte, pero a la vez más débil. Y su aspecto cambiaba poco a poco, perdía brillo. No sólo el se volvía más fuerte, sus enemigos también era cada vez más feroces y variopintos. Desde monstruos marinos gigantes hasta gigantescas águilas del tamaño de un valle.

Quería llorar, romper a llorar y pedirle perdón. Pedirle perdón y que ella lo perdonara. Pero ahora sólo había una opción. Luchar. Matar a esos gigantes. No obstante, iba a hacerlo aunque se dejara la vida en ello. Cuando despertaba en aquel lugar, se tomaba un respiro observando la belleza de la chica, cuyo cuerpo estaria conservado perfectamente hasta que él cumpliera su misión. La luz del sol entraba a través de grandes aberturas en las paredes del templo. Se reflejaba en su rostro y se filtraba entre sus ropas.

-"Vas a volver a vivir." - le decía, tomándole la mano - "Aunque yo tenga que abrir esta tierra con mis manos desnudas y sacar de ahí dentro otro de esos gigantes."

La veía cada vez más distante. Y le parecía que ya no luchaba por ella, si no por pura inercia. Ya no parecía él mismo. Había cambiado mucho y parecía que sólo su fiel montura se atrevía a acercársele. Los otros animales huían de él. Y hasta las plantas parecían intentar apartarse de su camino, moviendo sus tallos. Los árboles lo miraban pasar, recelosos, pero sin decir nada porque conocían su historia. Y respetaban su decisión que, con gran valor, estaba llevando a cabo. Pero algo no pintaba bien.

Por fin, se le encomendó acabar con el último de los titanes. Sin ningún brillo ya en su figura, toda oscuridad y tormento, se encaminó hacia su destino, ya sin saber por qué razón. Cegado montó su caballo y, a galope tendido, cruzaron el mapa como una bala. La mala fortuna quiso que, mientras ascendía por una torre, el piso cediera. Y entonces, por un momento, la ceguera se desvaneció. Y habría querido cambiarse por su caballo. Y habría querido cambiarse por su amada. Porque su fiel amigo, en un acto rápido, lo lanzó a la otra orilla justo antes de caer al vacío, salvando así la vida de su amo.

Ahora si lloró. Lloró la muerte del único amigo que había tenido en mucho tiempo. Y lloró la rabia que tenía contenida, maldiciendo la hora en que todo esto ocurrió. Pero se levantó y, con paso firme, agarró su espada y comenzó a subir la pequeña escalera que le llevaría frente a su objetivo final. Una tormenta horrible cubría el lugar, que parecía envuelto en una pena enorme. Cómo si el enemigo le pidiera en silencio que le perdonara la vida. Largas horas transcurrieron mientras, a través de oscuros pasadizos y gracias a su habilidad y coraje, conseguía acercarse al pie de aquel monstruo que lanzaba fuego mágico. El titán estaba incrustado en la tierra, su cuerpo sobresalía de un agujero enorme. Ahora lo veía desde atrás. Cogió aire, se aferró a su espada, y se preparó para acabar con el titán.

-"No sé si por ella o por mí. No sé si por otra razón que escapa a mi entendimiento. Sea por la razón que sea, uno de los dos perecerá hoy..." - y clavando la espada con rabia en la carne del monstruo - "¡¡¡Y no voy a ser yo!!!"

La batalla duró largo tiempo. El guerrero conseguía alcanzar los puntos débiles del monstruo, pero éste se tambaleaba, consiguiendo que perdiera el equilibrio. Al fin, dió la última puñalada, hastiado y muerto de cansancio, matando a su último enemigo.

Cuando despierta en el santuario, se da cuenta que hay problemas. Su señor ha venido con algunos soldados y quieren llevarse el cadáver y sellar el lugar de nuevo. Nadie va a hacer eso.

-"¡Quietos!" - se levantó amenazante - "¡No la toquéis!"

Triste historia la del guerrero, que había vendido su alma y ahora era propiedad de quién le engañaba asignándole misiones imposibles. Y su nuevo dueño tomó lo que le pertenecía y de nuevo pudo existir en este plano. Un nuevo gigante, creado a partir de los fragmentos escondidos en los otros titanes, que se introdujeron en el cuerpo del guerrero al derrotarlos éste. Los soldados recibieron órdenes de huir y sellar el templo para siempre. Y, mientras el gigante les perseguía sin poder alcanzarlos y utilizando magia para combatirlos, algunos consiguieron escapar. Y el lugar se selló y la única vía de escape, se derrumbó mientras lo cruzaban. El gigante volvió a ser confinado y con él, el valeroso soldado.

Y la joven despertó...

...abrir esta tierra con mis manos desnudas...

Wu Ying Ren

2 comentaris:

Null ha dit...

La cremme de la cremme, un bonito guiño a un gran juego que no deja indiferente. 100% Recomendado

wuyingren ha dit...

Una explosión de placer para los sentidos...que digo explosión...c'est eclosionne! Oh la la...estos franceses y su idioma...