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dilluns, 10 de maig del 2010

Cuento de hadas


Érase una vez un castillo. Y, de él, cuentan leyendas. 

Fantasmas, dicen. ¡El castillo está encantado!, gritan. Un antiguo príncipe, que en vida sembró el terror, se aparece a los que visitan el castillo. Condenado por sus pecados a vagar eternamente, encerrado en el castillo. En su mano lleva siempre un frasco.

En vida se jactaba de no tener remordimientos, de no sentir nada. Pero fue herido de muerte en sangrienta batalla. Se le aparecieron los Cuatro Dioses. Y los Cuatro Dioses lo castigaron:

-"Te condenamos a vagar eternamente por tu castillo hasta que puedas llenar este frasco con tus lágrimas."

¡Lágrimas!, pensó. ¡La vida eterna!, sonrió. Nunca he llorado, yo no siento nada. Y, desde entonces, se le podía ver en las noches errar por los pasillos del viejo castillo. Le divierte asustar a la gente.

Érase una vez un castillo. Y, en su interior, vive un príncipe.

Cuentan que una joven no huyó del fantasma.

-"¿Por qué no huyes?" - preguntó el príncipe a la joven.

-"¿Por qué quieres que huya? ¿Tanto te gusta la soledad?" - respondió ella.

Soledad, pensó. Y las lágrimas fluyeron de sus ojos, casi inconscientemente.

Érase una vez un castillo. Y, por la noche, llora un príncipe.

Wu Ying Ren 死