Éste es Pepito. Pepito es un joven emprendedor, de sonrisa confiada, que decidió montar un pequeño negocio de venta de pisapapeles. Eran de "fabricación casera"...bueno, eran piedras que se encontraba por la calle. Muy artístico todo. Con la ayuda de sus orgullosos padres y de una puñalada amistosa por parte de un banquero compró un pequeño local y puso algunas estanterías con sus mejores piedras...digo, pisapapeles caseros. En la entrada del local colocó un cartel luminoso:
PISAPAPELES PEPITO
Para gente con buen gusto.
Para gente con buen gusto.
Y claro, ¿hay alguien que no tenga buen gusto? ¡Nadie! La gente entraba y compraba su pisapapeles casero, lo llevaba a la oficina y se reía del resto del universo que aún utilizaba pisapapeles no-caseros.
-"Es que yo tengo buen gusto." - decían orgullosos mientras el sexo opuesto se acercaba lascivamente, omnubilado ante aquella demostración de poderío.
Con el tiempo, Pepito amasó una cantidad de dinero que le permitió, con otra pequeña puñalada banquera, comprar un local algo más grande en el que poner un pequeño taller. Ahora podía retocar las piedr...los pisapapeles un poquito más. Contrató a una chica, María, para que se encargara de atender la tienda mientras él trabajaba en el taller. Las ventas crecen, junto con los precios. Pepito vende ahora, además de lo habitual, pisapapeles "de diseño". Los ejecutivos de algunas pequeñas empresas envían a sus secuaces a hacerse con uno de esos objetos deluxe.
Pasan los meses y Pepito decide comprar un coche nuevo. Ahora es un empresario, necesita un coche acorde con su situación. Finalmente, aunque sus padres le aconsejan algo más asequible, se decide por un Wagen Quetecaguen. Un coche alemán, grande, potente, serio y caro, sobretodo caro. Muy caro, acojonantemente caro. Tanto, que necesita otra puñalada del banco (que éste le asesta alegremente, sin ningún problema)...y ya puestos, aprovecha para contratar unos cuantos subordinados para el taller...y así puede producir para otros. Monta una página web desde dónde vender sus productos, consigue contratos con algunas tiendas especializadas en pisapapeles por todo el país e incluso acuerdos para exportar sus productos al extranjero. Los subordinados trabajan a destajo para poder tener los pedidos listos a tiempo. Sus pisapapeles ahora son exclusivos, los usa la élite.
Pepito conoce a una mujer en una entrega de premios a la que ha sido invitado.(porque ahora es parte de la élite y le invitan a cosas). A esa mujer le gustan las cosas caras: la ropa cara, la comida cara, los regalos caros, los coches caros, ... Pepito ha captado la indirecta y se han casado. El negocio es un rotundo éxito, y Pepito se pasa a veces con su Quetecaguen para meterle la bronca a todo lo que se mueve. El Quetecaguen consume mucho, pero decide hacer ver como que es mentira.
Un día, mientras planea la abertura de fábricas productoras de pisapapeles en un par de países en desarrollo, donde no hace falta pagar ni dar explicaciones, ve en las portadas de los periódicos la palabra mágica: "CRISIS". El resto de la portada le da igual, y al principio, esto también. Pero a las pocas semanas María, que ahora es su contable (recién titulada), le avisa que el banco ya no le va a dar más puñaladas ("qué majos", piensa) porque sus pisapapeles no son solventes, y no se quieren arriesgar ("¡qué cerdos!", piensa ahora). Pepito no ha pagado el Quetecaguen aún, ni la casa dónde vive como un rey los días pares (la de los días impares ya está pagada), ni tampoco los terrenos dónde iba a edificar las fábricas ni los materiales para fabricar los pisapapeles. Le sudan las manos, y se acuerda de sus padres. Su mujer discute con él a diario y el Quetecaguen se queda en el garaje porque no le llega para comprar gasolina y quemar billetes a la vez. O una cosa, o la otra. Y decide quemar billetes, que da un toque muy elegante.
Ésta es María que, al igual que Pepito, tiene uno de esos nombres que apenas se oyen ya. María consiguió su primer trabajo como dependienta en la tienda de Pepito. Era joven, de sonrisa inocente, y estaba ilusionada con su recién estrenada independencia económica. Con su sueldo, se pagaba unos estudios universitarios en los que no iba a aprender nada útil y que le iban a servir para que todo el mundo contratara a otros que cobran menos y para vivir todo el año preocupada por el precio de la siguiente matrícula. Pero el negocio funcionaba bien, y ella estaba contenta. A los pocos meses, se decidió a comprarse un coche. Sus padres le dijeron que comprara uno de segunda mano, que le saldría mucho más barato. Se decidió por un Made Inchina del 97. Un coche japonés, pequeño, no demasiado potente, desenfadado y barato, sobretodo barato. Aun así, le iba a costar llegar a fin de mes durante un par de años. Pero no le importaba, porque ahora tenía coche propio y las cosas le iban bien.
Un día, un chico entró en la tienda preguntando por un pisapapeles sencillito, para regalar a su padre. Era simpático, y estuvieron riendo un rato mientras le enseñaba los modelos más básicos. Durante las siguientes semanas, el chico regaló pisapapeles a toda su familia, a todos sus amigos y conocidos, y hasta a gente que se encontraba por la calle. María ha captado la indirecta, y ahora son novios. Todo son dudas, pero son felices de estar juntos y, pasado un tiempo prudencial, empiezan a pensar en el futuro. Compran un piso que, entre los dos, tardarán setenta años en pagar. Aunque el Inchina gasta poco, muchas veces María tiene que dejarlo en el garaje porque no le llega para comprar gasolina y pagar su parte del piso. O una cosa, o la otra. Y decide pagar el piso, que es más importante.
Pepito llega a la oficina un día, y los reúne a todos en una sala. Les cuenta que no hay manera de mantener la empresa con la coyuntura económica actual, aunque ni siquiera sabe qué carajo les ha dicho. Les pide compresión, y los echa a la calle.
-"A partir de ahora, intentaré levantar la empresa yo mismo cómo al principio. Y si no hay solución, pues intentaré vender." - les dice, muy serio mientras piensa que su mujer le ha pedido el divorcio.
María llega a su casa llorando, y se encuentra que su novio ha perdido el trabajo también. Si en unos meses no consiguen otro sueldo, y el paro no se lo permite se verán obligados a vender el piso y volver con sus padres. Ponen la tele, para ver qué dicen en las noticias sobre la coyuntura económica actual y ven al presidente del Gobierno de su país anunciar que van a salvar a la banca con chorropotocientos mil millones de millones de dineros para asegurar que aquí no pase nada y que si te he visto, no me acuerdo.
-"¿De dónde sale todo ese dinero?" - pregunta María a su chico.
-"...del erario público..." - le responde la presentadora de la televisión.
-"Pues lo pago yo, y lo pagas tú, cariño. Cómo siempre. Nosotros les financiamos sus excesos, y también las consecuencias." - María no se siente mejor - "Tranquila, al menos estamos juntos, ya encontraremos la forma de salir de ésta."
Pepito consigue reflotar la empresa al cabo de unos meses gracias al capital conseguido vendiendo sus propiedades sobrantes (el Quetecaguen, la casa de los días pares, los terrenos, stock sobrante...) y a que, finalmente, el banco le asestó una puñalada in extremis, después de mucho insistir en que ya no había deuda. Un año después todo volvía a su lugar. Consiguió engatusar a otra mujer con su dinero, se compró un Quetecaguen diésel (para ahorrar y eso) y contrató a unos cuántos subordinados ahora que la cosa comenzaba a funcionar de nuevo.
María y su novio, sin embargo, se vieron obligados a vender su piso y el Inchina para poder sobrevivir el resto del año. Casi nadie quería contratarles, por la crisis. El subsidio por seguro de paro no les llegaba ni para pipas. Mientras los bancos se masacraban unos a otros y el Gobierno se endeudaba para salvar algunos de ellos, María y su novio tenían que comenzar de cero. Cuando la cosa comenzó a repuntar, los títulos universitarios de los dos se rebelaron contra ellos y tuvieron que trabajar de lo que podían con unos sueldos míseros. Pero, finalmente, y a base de ahorrar poco a poco, consiguieron comprar otro piso que iban a tardar otros setenta años en pagar.
Aún así, no se oyó hablar de banqueros viviendo debajo de un puente y sí de miles de trabajadores desempleados bloqueando puentes.
¿Os suena?
Y para terminar, uno de los mayores puntazos de la historia de "Los Simpson":
"This doesn't happen in America! Maybe in Ohio! But not in America!"
-"Es que yo tengo buen gusto." - decían orgullosos mientras el sexo opuesto se acercaba lascivamente, omnubilado ante aquella demostración de poderío.
Con el tiempo, Pepito amasó una cantidad de dinero que le permitió, con otra pequeña puñalada banquera, comprar un local algo más grande en el que poner un pequeño taller. Ahora podía retocar las piedr...los pisapapeles un poquito más. Contrató a una chica, María, para que se encargara de atender la tienda mientras él trabajaba en el taller. Las ventas crecen, junto con los precios. Pepito vende ahora, además de lo habitual, pisapapeles "de diseño". Los ejecutivos de algunas pequeñas empresas envían a sus secuaces a hacerse con uno de esos objetos deluxe.
Pasan los meses y Pepito decide comprar un coche nuevo. Ahora es un empresario, necesita un coche acorde con su situación. Finalmente, aunque sus padres le aconsejan algo más asequible, se decide por un Wagen Quetecaguen. Un coche alemán, grande, potente, serio y caro, sobretodo caro. Muy caro, acojonantemente caro. Tanto, que necesita otra puñalada del banco (que éste le asesta alegremente, sin ningún problema)...y ya puestos, aprovecha para contratar unos cuantos subordinados para el taller...y así puede producir para otros. Monta una página web desde dónde vender sus productos, consigue contratos con algunas tiendas especializadas en pisapapeles por todo el país e incluso acuerdos para exportar sus productos al extranjero. Los subordinados trabajan a destajo para poder tener los pedidos listos a tiempo. Sus pisapapeles ahora son exclusivos, los usa la élite.
Pepito conoce a una mujer en una entrega de premios a la que ha sido invitado.(porque ahora es parte de la élite y le invitan a cosas). A esa mujer le gustan las cosas caras: la ropa cara, la comida cara, los regalos caros, los coches caros, ... Pepito ha captado la indirecta y se han casado. El negocio es un rotundo éxito, y Pepito se pasa a veces con su Quetecaguen para meterle la bronca a todo lo que se mueve. El Quetecaguen consume mucho, pero decide hacer ver como que es mentira.
Un día, mientras planea la abertura de fábricas productoras de pisapapeles en un par de países en desarrollo, donde no hace falta pagar ni dar explicaciones, ve en las portadas de los periódicos la palabra mágica: "CRISIS". El resto de la portada le da igual, y al principio, esto también. Pero a las pocas semanas María, que ahora es su contable (recién titulada), le avisa que el banco ya no le va a dar más puñaladas ("qué majos", piensa) porque sus pisapapeles no son solventes, y no se quieren arriesgar ("¡qué cerdos!", piensa ahora). Pepito no ha pagado el Quetecaguen aún, ni la casa dónde vive como un rey los días pares (la de los días impares ya está pagada), ni tampoco los terrenos dónde iba a edificar las fábricas ni los materiales para fabricar los pisapapeles. Le sudan las manos, y se acuerda de sus padres. Su mujer discute con él a diario y el Quetecaguen se queda en el garaje porque no le llega para comprar gasolina y quemar billetes a la vez. O una cosa, o la otra. Y decide quemar billetes, que da un toque muy elegante.
Ésta es María que, al igual que Pepito, tiene uno de esos nombres que apenas se oyen ya. María consiguió su primer trabajo como dependienta en la tienda de Pepito. Era joven, de sonrisa inocente, y estaba ilusionada con su recién estrenada independencia económica. Con su sueldo, se pagaba unos estudios universitarios en los que no iba a aprender nada útil y que le iban a servir para que todo el mundo contratara a otros que cobran menos y para vivir todo el año preocupada por el precio de la siguiente matrícula. Pero el negocio funcionaba bien, y ella estaba contenta. A los pocos meses, se decidió a comprarse un coche. Sus padres le dijeron que comprara uno de segunda mano, que le saldría mucho más barato. Se decidió por un Made Inchina del 97. Un coche japonés, pequeño, no demasiado potente, desenfadado y barato, sobretodo barato. Aun así, le iba a costar llegar a fin de mes durante un par de años. Pero no le importaba, porque ahora tenía coche propio y las cosas le iban bien.
Un día, un chico entró en la tienda preguntando por un pisapapeles sencillito, para regalar a su padre. Era simpático, y estuvieron riendo un rato mientras le enseñaba los modelos más básicos. Durante las siguientes semanas, el chico regaló pisapapeles a toda su familia, a todos sus amigos y conocidos, y hasta a gente que se encontraba por la calle. María ha captado la indirecta, y ahora son novios. Todo son dudas, pero son felices de estar juntos y, pasado un tiempo prudencial, empiezan a pensar en el futuro. Compran un piso que, entre los dos, tardarán setenta años en pagar. Aunque el Inchina gasta poco, muchas veces María tiene que dejarlo en el garaje porque no le llega para comprar gasolina y pagar su parte del piso. O una cosa, o la otra. Y decide pagar el piso, que es más importante.
Pepito llega a la oficina un día, y los reúne a todos en una sala. Les cuenta que no hay manera de mantener la empresa con la coyuntura económica actual, aunque ni siquiera sabe qué carajo les ha dicho. Les pide compresión, y los echa a la calle.
-"A partir de ahora, intentaré levantar la empresa yo mismo cómo al principio. Y si no hay solución, pues intentaré vender." - les dice, muy serio mientras piensa que su mujer le ha pedido el divorcio.
María llega a su casa llorando, y se encuentra que su novio ha perdido el trabajo también. Si en unos meses no consiguen otro sueldo, y el paro no se lo permite se verán obligados a vender el piso y volver con sus padres. Ponen la tele, para ver qué dicen en las noticias sobre la coyuntura económica actual y ven al presidente del Gobierno de su país anunciar que van a salvar a la banca con chorropotocientos mil millones de millones de dineros para asegurar que aquí no pase nada y que si te he visto, no me acuerdo.
-"¿De dónde sale todo ese dinero?" - pregunta María a su chico.
-"...del erario público..." - le responde la presentadora de la televisión.
-"Pues lo pago yo, y lo pagas tú, cariño. Cómo siempre. Nosotros les financiamos sus excesos, y también las consecuencias." - María no se siente mejor - "Tranquila, al menos estamos juntos, ya encontraremos la forma de salir de ésta."
Pepito consigue reflotar la empresa al cabo de unos meses gracias al capital conseguido vendiendo sus propiedades sobrantes (el Quetecaguen, la casa de los días pares, los terrenos, stock sobrante...) y a que, finalmente, el banco le asestó una puñalada in extremis, después de mucho insistir en que ya no había deuda. Un año después todo volvía a su lugar. Consiguió engatusar a otra mujer con su dinero, se compró un Quetecaguen diésel (para ahorrar y eso) y contrató a unos cuántos subordinados ahora que la cosa comenzaba a funcionar de nuevo.
María y su novio, sin embargo, se vieron obligados a vender su piso y el Inchina para poder sobrevivir el resto del año. Casi nadie quería contratarles, por la crisis. El subsidio por seguro de paro no les llegaba ni para pipas. Mientras los bancos se masacraban unos a otros y el Gobierno se endeudaba para salvar algunos de ellos, María y su novio tenían que comenzar de cero. Cuando la cosa comenzó a repuntar, los títulos universitarios de los dos se rebelaron contra ellos y tuvieron que trabajar de lo que podían con unos sueldos míseros. Pero, finalmente, y a base de ahorrar poco a poco, consiguieron comprar otro piso que iban a tardar otros setenta años en pagar.
Aún así, no se oyó hablar de banqueros viviendo debajo de un puente y sí de miles de trabajadores desempleados bloqueando puentes.
¿Os suena?
Y para terminar, uno de los mayores puntazos de la historia de "Los Simpson":
"This doesn't happen in America! Maybe in Ohio! But not in America!"
Wu Ying Ren 死
P.S: No es que dibuje así de mal, yo soy un artista. Lo que pasa que los hice así, a saco. Con la crisis no tengo para dibujar bien.
2 comentaris:
Me ha gustado esta entrada. Es una manera muy curiosa de contar la actualidad. Y muy bien escrito, aunque yo no sea muy experto en la escritura resulta muy ameno de leer.
La crisis tiene la culpa de todo, si llueve es culpa de la crisis, si hace frio es culpa de la crisis, cualquier cosa negativa que se te pueda ocurrir, ¡sí! es culpa de la crisis. Pues no, no todo es asi. La crisis es la excusa para hacer segun que con la empresa (reduccion de plantilla, congelacion de sueldos, reduccion de gastos ¿No se supone que el gasto hay que controlarlo en todo momento?¿Cuando hay ganancias te da igual lo que gastes?). Es un sinsentido.
A todo esto... ¿Quien tiene la culpa de la crisis? ¿Los Pepitos?¿Los Bancos? Y la pregunta más importante... ¿Y porque no pagan por ello?
Ahi queda eso...
Si en un país de 40 millones de habitantes hay 3 millones de Pepitos...y cada Pepito recibe 100 o 200 puñaladas bancarias cada varios años (que salen, evidentemente, de los ahorros de los demás clientes del banco)...lo realmente sorprendente es que el sistema siga funcionando xD
No pagan por ello porque eso implicaría regular las actividades de los peces gordos y permitir que la gente corriente tuviera más dinero, y eso no permite seguir ganando dinero a espuertas. El gobierno que apruebe algo así tendrá que enfrentarse a toda la banca...pero en el sistema capitalista sin dinero no se va a niguna parte...¿me se entiende?
Se acaba de celebrar el 60 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos...¿vivimos, como especie, mejor que entonces?
Wu Ying Ren 死
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